
Voy a trasnochar todo el otoño para ver caer las hojas de una en una, visualizando todo el recorrido hasta llegar al suelo, tratando de llegar a comprender que no eras árbol de hoja perenne. No quiero talar las ramas. Necesito irme acostumbrando con el tiempo, amaneciendo cada día un poco con la muerte de la aurora.
Después, cogeré cada una de las hojas y las destilaré con amor, como un licor precioso, para beberme, sorbo a sorbo y hasta la última gota, todo el apego a tu alma y a tu piel de terciopelo. Cuando caiga inconsciente en el abismo, esa pequeña muerte reforzará mi vida, pudiendo así olvidar, al fin, que no fue un sueño.