Llegó el otoño...




     Voy a trasnochar todo el otoño para ver caer las hojas de una en una, visualizando todo el recorrido hasta llegar al suelo, tratando de llegar a comprender que no eras árbol de hoja perenne. No quiero talar las ramas. Necesito irme acostumbrando con el tiempo, amaneciendo cada día un poco con la muerte de la aurora.
  Después, cogeré cada una de las hojas y las destilaré con amor, como un licor precioso,  para beberme, sorbo a sorbo y hasta la última gota, todo el apego a tu alma y a tu piel de terciopelo. Cuando caiga inconsciente en el abismo, esa pequeña muerte reforzará mi vida, pudiendo así olvidar, al fin, que no fue un sueño.



Vienes y vas...

  Vienes y vas por esa cuerda floja que nos une y nos limita. Cada noche que intento cortarla, amanezco a las pocas horas y se han doblado los pequeños hilos que la conformaban. No dejas que me vaya y sabes como retenerme. Conoces al milímetro cuales son los paisajes que me atrapan y sabes como atraer a las fuerzas telúricas para que nos reúnan aunque mi razón intente echarte una y otra vez.
Llegas, te metes en mi cama sin oír ni juzgar nada de lo que  hemos hablado ni de lo que pueda sentir por ti. Solo deseas decirme sin palabras, jugando con tus dedos, nuestros labios y mi piel, que estás, que ni un solo segundo has dejado de estar. Que no te da la gana de irte porque sabes que no quiero que lo hagas, aunque la razón y este sentido común mío tan impostado digan lo contrario. Y la vida vuelve a sonreír mientras que la razón se cabrea y trama nuevos planes para ganar la batalla.Los tres quieren ganar. Me estiran cuerpo, cabeza y corazón, tridisociándome de nuevo sin integración posible. O sí. Quien sabe. Solo caminar disfrutando del paisaje. Eso que es nada y es todo. Como tú.


La meva música...